Esta humilde taquería instalada en una nave con muebles de plástico es la quintaesencia misma del local de carretera: un lugar que no destaca por su montaje, pero con una cocina sencilla y sabrosa que habla por sí misma. Su reducida carta facilita la toma de decisiones. Sólo tendrás que elegir entre sus tres carnes: asada (de res), adobada (de cerdo) y tripa (muy tierna) y decidir dónde la quieres montar (tortilla de maíz o harina, burrito, torta, etc.). A partir de ahí, sólo queda esperar a que la magia opere ante tus ojos. Sus equilibradas salsas y sus aderezos de una frescura intachable añaden chispa a las sabrosas carnes, que logran enamorar desde el primer bocado. El local cierra bien tarde, lo que puede ser una salvación después de un ajetreado día de catas de vinos.